Estudios comparativos entre diversos países han demostrado la existencia de criterios diagnósticos diferentes, diagnosticándose más trastornos afectivos en Europa y más trastornos esquizofrénicos en América. La esquizofrenia se da en dos clases sociales. Por un lado, se da en las clases socio-económicas bajas y por el otro, en las familias maniaco-depresivas de las clases altas.
Los individuos que presentan esquizofrenia realizan una serie de síntomas:
Se caracterizan de sufrir alucinaciones mediante los cinco sentidos, delirio respecto a la realidad, trastorno del pensamiento acompañados de angustia y excitabilidad, síntomas vegetativos como el insomnio, palpitaciones, mareos, sudores, etcétera; comportamiento agresivo y/o agitado, movimientos extraños, conducta repentina…
Además, presentan síntomas que son contrarios a la mayoría de las personas de la sociedad como la pobreza afectiva que no se manifiestan los sentimientos, la alogia trata el empobrecimiento del pensamiento, la apatía - abulia que es la falta de interés, impulso, etcétera; anhedonia – insociabilidad se caracteriza por tener dificultad para experimentar interés o placer y la insociabilidad es el aislamiento de la persona respecto a la sociedad, es decir, problemas para establecer vínculos familiares, afectivos; y los problemas cognitivos de la atención que afecta a la concentración y atención del individuo.
La esquizofrenia es un proceso crónico, pero con buena respuesta al tratamiento. Dado que es un trastorno complejo, el tratamiento debiera ser multifacético. Existe un cierto consenso en el uso simultáneo de fármacos antipsicóticos, y de terapias psicológicas y psicoanalítica y otros, un enfoque psicosocial de redes asistenciales, hogares y talleres protegidos, que evitan las hospitalizaciones prolongadas. En estas condiciones, la esquizofrenia ha mejorado considerablemente de pronóstico en los últimos 20 años.

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